La celadora del internado
Mi trabajo consiste en que estos pequeños diablillos no alboroten demasiado. También debo ocuparme de ellos si se sienten mal. Sé que a algunos le embarga la tristeza por estar lejos de sus casas. Pero más pronto o más tarde acaban acostumbrándose. Muchas veces, mientras tomo té con mis compañeras, recuerdo los casos de niños que al principio se sentían fatal, pero que en cuanto encontraron un amigo empezaron a pasárselo de maravilla.
El doctor Dunbar
Aquí tenemos otro caso de niño con nostalgia. Él no se da cuenta de que para mí es evidente que está fingiendo. Lo he visto claro desde que dio el primer alarido, pero yo sé bien lo que debo hacer. Si le llevo de vuelta al internado sentirá más nostalgia. Así que dejaré que su familia le dé estos días el calor que necesita. Eso sí, hablaré con él. Tiene que saber que no debe utilizar nunca más un ardid de ese tipo.
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